martes, marzo 02, 2010

El Himalaya y Holi

2 Semanas... es lo que ha pasado desde que salí de casa, 2 semanas que por la intensidad podrían ser 2 meses.
Dharamsala es un sitio increible. Por la calle se mezclan las vacas, los monos y los monjes budistas y todo el mundo tiene una sonrisa en la cara. La gente te saluda aunque no te conozca de nada y se respira la paz. Al mirar arriba se ve el comienzo del Himalaya y por todas partes banderines tibetanos colgados de los árboles dan aun mas color a todo el verde que se ve por todas partes. En algún rincón o subiendo el camino a un templo encuentro restaurantes de comida tibetana (taan rica... tengo la receta :D) y siempre alguien que me acompañe en la mesa para comer. En una de las calles descubro un bar francés en el que proyectan cada noche películas o documentales sobre Tíbet y el Dalai Lama, y poco a poco me voy enterando un poco más de la movida. Tendré que investigar mas sobre este asunto a mi vuelta. Alrededor del pueblo se abren varios caminos que llevan entre otros lugares a un colegio-internado para refugiados tibetanos. Creo que si algún dia me decido por lo del voluntariado, es allí donde me gustaría ir. Mientras visitamos el colegio entramos a ver a unos niños pequeñitos que dormían la siesta. Es increible que ellos, que tienen tan poco puedan darte tanto solo con una sonrisa.
Por otro de los caminos que salen del pueblo se llega a Triund, desde donde se ve el Himalaya. Para llegar allí subimos 9 km de cuesta y escalones de roca, los últimos 2 cubiertos de nieve. El camino merece la pena en sí mismo, y al llegar arriba nos esperan unos noodles calntitos y las nubes cubriendo lo que debería ser la vista de las montañas :) De bajada llueve y graniza, pero bajamos hablando, y escuchando el bosque, nuevamente con la sonrisa en la cara.
A mi vuelta a Delhi, el festival de Holi. Con Holi se supone que empieza la primavera (aunque por la tempatura ya podría ser el verano) y todo el mundo se tira agua con colores por encima para purificarse. Pasamos el fin de semana en Mathura y Vrindavan, de donde es originario Krishna. En este lugar la gente celebra Holi con especial fervor de manera que sábado y domingo también se tiran colores por la cabeza. Entre templo y templo nos tiramos colores con todos los niños de la ciudad, que llevan cubos o pistolas de agua (que injusticia). De vuelta a Delhi el domingo, pasando de lo peor a lo mejor, cenamos en un sitio muy cool en una terraza con unos guiris que tocan el jembé y cantan reggae, y de allí de fiestuki nuevamente en una terraza, con disfraces improvisados. Al dia siguiente, el dia de Holi propiamente dicho, tras pegarnos con los niños del barrio con globos de agua y tras recibir un cubazo de agua verde desde un autobús (así es la vida) nos vamos al Holi Cow Festival. Allí encontramos reggae y tecno, mezclados con la fiesta de la espuma y una piscina, mientras todo el mundo se rocía de colores. Una vez mas flipo viendo como es posible pasar de lo peor a lo mejor, en el espacio de unos pocos metros.
Y es que este pais es increible, para lo bueno y para lo malo.